Silvano y su próxima reunión con gobernadores: la última parodia de la Conspiración de Valladolid

 Silvano y su próxima reunión con gobernadores: la última parodia de la Conspiración de Valladolid

Por Pedro Sánchez

La reunión política del próximo viernes en Michoacán, anunciada por Silvano Aureoles y un grupo de gobernadores opositores a AMLO, parece la última parodia de la conspiración fraguada por Mariano Michelena en 1809.

Sólo que Aureoles no es Michelena, ni los gobernadores opositores al Pacto Fiscal son los conspiradores que pasaron a la historia como protagonistas de uno de los capítulos grandes de la historia nacional.

A los conspiradores de Valladolid los inspiraba, o al menos eso cuenta la historia, una causa noble, que entre otros aspectos contemplaba la abolición de los tributos para los indios y el posible derrocamiento de las autoridades virreinales.

Al grupo de Silvano, en cambio, lo motiva la más pedestre de las causas: más dinero y más poder.

En el caso del enamoradizo gobernador michoacano (Barbosa dixit), no es la primera señal de su megalomanía. Recordadas son sus apariciones como el eterno jinete de la vida en una revista de papel couché. O esa ocasión en que llegó, incluso, a aparecer como uno de los solteros más codiciados del país. (Hay que aclarar: todas esas apariciones cuestan dinero, no se trata de que lo busquen por ser efectivamente sexy). Confianza en sí mismo no le falta.

El problema es cuando ese amor propio se convierte en delirio y esa megalomanía física se traslada a la política: solo eso explica su afán declarado en los últimos años de ser parte de la carrera presidencial. Solo eso explica, también, que diga que Michoacán aporta mucho más que lo que recibe, aun cuando todos los análisis coinciden en que el estado recibe más por aportaciones que por participaciones (es decir, año con año la Federación debe ir al rescate de la economía de los michoacanos).

En el caso de esta “nueva conspiración”, ese delirio también se explica cuando se acompaña de personajes tanto o más delirantes que él: el gobernador que negoció la “Ley Bonilla”, el represor de Jalisco (que incluso motivó una zarandeada pública del cineasta Guillermo del Toro), el Bronco. (¿Alguien necesita que le recordemos quién es El Bronco?)

Para ser justos, hay que reconocer los triunfos de Silvano.

Durante su labor como diputado federal y presidente de la Junta de Coordinación Política tuvo incidencia en los nombres que a contar del 2014 serían parte del primer Instituto Nacional Electoral. (Los mismos nombres que más tarde harían la vista gorda ante el cúmulo de acusaciones sobre irregularidades en gastos de campaña).

También en su momento logró organizar una potente cofradía de allegados, amigos y compinches, como Pascual Sigala o Carlos Herrera Tello, quienes juntos se beneficiaron de las mieles del poder, organizaron campañas políticas y dispusieron de fuertes sumas de dinero. (La aventura les duró varios años hasta que, al parecer, la evolución de la lógica del poder tiene a esa vieja cofradía a punto de romperse por su eslabón hoy más débil: Carlos Herrera Tello, a quien la Auditoría Superior de la Federación citó para el día 19 por presuntas irregularidades durante su paso por la alcaldía de Zitácuaro). Hay que admitir: Silvano tiene colmillo y sabe moverse en aguas políticas turbulentas.
Aunque eso, por supuesto, no necesariamente sirve a los michoacanos.

Pero frente al delirio, las frías cifras. AMLO, el objetivo número uno de estos nuevos conspiradores, conserva hoy —en uno de sus momentos más desgastantes— un casi inalcanzable apoyo popular del 60%. Una cifra que de seguro provocaría los desvelos del enamoradizo gobernador, quien ni en su instante más mediático (¿aquel helicopterazo con Belinda?) pudo soñar siquiera con llegar a ser medianamente conocido a nivel nacional.

El punto anterior indica que, de imperar la lógica, la aventura emancipadora de Silvano y su grupo debiera quedar en ceros. El ultimo gobernador perredista en sumarse a la derecha (la frase también funcionaría si le quitamos el “sumarse a la derecha”) no concita apoyo popular, no es ni medianamente conocido en el país, forma —aún— parte de una facción que representa todos los aspectos de la decadencia política en México y, peor aún, ni siquiera es capaz de liderar a su grupo paralelo de gobernadores (el Bronco ya dijo que no se pretende una emancipación, sino solo discutir el reparto de la torta). Su aventura es otro volador de luces: audaces intenciones, cero resultados. Como sus anuncios de abatir la delincuencia en Michoacán, sus pasados empeños por asegurar la sobrevivencia de ese elefante llamado PRD o su emprendimiento por la conquista de Belinda.

Lo más seguro es que la última asonada de Silvano pasará a la memoria como otra de las tantas parodias de la Conspiración de Valladolid.

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Redaccion Indicio Michoacán

Redacción

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