Maradona El Diego, El Pelusa por Adolfo Uriarte

 Maradona El Diego, El Pelusa por Adolfo Uriarte

Por Adolfo Uriarte / Colaboración

El hombre que “de cebollita soñaba jugar un mundial y consagrarse en primera”. El hombre que llenó de gloria el suelo argentino en plena resaca de la guerra de las Malvinas. El niño pobre, bajito, “chobbie” de pies mágicos. El ídolo de “la 12” de Argentinos Juniors y generador de sueños de incontables viejos de barba blanca, voz rasposa y sueños rotos en el viejo barrio de Boca.

Aquél que extrajera de contrabando la magia negra de los dioses Aztecas en el verano de 1986 para después derramarla en los templos futbolísticos mexicanos, en aquellas sábanas de pasto verde de Jalisco y la Ciudad de México, en donde el público mexicano, aun curándose de la sacudida broma que le jugó la tierra meses antes, atestiguaba como la magia negra y los pies del Diego erigían un romance inolvidable, aterrador, inigualable.

Quizás solamente ese hombre estaba autorizado para cambiarle su naturaleza primitiva al deporte que desempeñaba al meter un gol con la única extremidad del cuerpo con la que estaba prohibido hacerlo: con la mano; la mano de Dios.

El tramposo enemigo inolvidable de los ingleses, el verdugo de los alemanes; el socialista amigo íntimo de Fidel, de Jorge Campos y de ese otro Guerrero de Puños de Acero que también sucumbió ante el exquisito poder de “la Dama Blanca” llamado Julio Cesar Chávez. El Jake La Motta de balón y de los potreros enlodados al que el viejo cejón de Martín Scorsese olvidó hacerle una película en vida.

El que no conforme con haber retado de tú a tú a cada poderoso que llevó al mundo a tiempos aciagos, todavía tiene el descaro de inmiscuirse noche a noche en las pesadillas y recargar su considerable peso futbolístico en los hombros de esa otra pulga veloz e inexpresiva de pierna zurda, mágica y letal apodada Lionel Messi. El delirio de Bilardo, el apoyo de Valdano, el “pana” de Pelé; el objeto de culto y culpable directo de incontables delirios musicales de grandes nombres como Calamaro, Manu Chao y el mismísimo Bono.

La causa de que muchos jóvenes “dos mileros” olvidarán irse a casa luego de toda una madrugada de alcohol y tabaco al escuchar en su Bar de preferencia el inicio de los acordes de aquella joya musical y fiestera llamada “La Mano de Dios”. El presentador de televisión, el que jugó su último partido mundialista en la tierra gringa a la que tanto cuestionó en vida y la misma que irónicamente lo condenó a dejar de vestir para siempre su adorada “albiceleste”.

El tipo que nos hizo reír en los mundiales cada que el diablo quería escaparse de su humanidad a través de sus ojos al celebrar un gol de su selección. El viejo gordo que decidió pasar algunas de sus últimas aventuras futboleras en tierras mazatlecas, rodeado de ritmo, bailes, cervezas Pacifico y la vista de los irresistibles muslos de la mujer Sinaloense. El que ya no podía hablar. El que le confesó a la cámara del genial Emir Kusturica el haber estado drogado en incontables ocasiones en presencia de su hijo.

El mismo que tuvo que pagar con intereses el precio del éxito, la corona de la gloria, el precio máximo de la genialidad y la incongruencia.

El Dios del futbol, el objeto de la mafia italiana, el que comenzó a drogarse en Barcelona; el hombre que aspiró cocaína. El campeón del mundo, el genio, el hombre, el vulnerable, el tramposo, el humano.

El humano, pues, después de todo, Rodrigo tenía razón: “si Jesús tropezó, porqué el no habría de hacerlo”. Grande Diego….

Avatar photo

Redaccion Indicio Michoacán

Redacción

Deja una Respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.